Trancas

Acabo de recurrir a un cerrajero porque necesito un copia de la llave de mi casa. Pues bien, esperando en su local comercial a que ejecutara su labor, quedé sola en el mostrador del lugar. Y frente a una hilera de trozos metálicos que, estoicos, permanecían sobre la repisa. Y empecé a ver la sociedad que conforman. Trancas para puertas con perfil bajo, otras con doble tranca, algunas con triple tranca y algunas con una masa metálica soberbia que simulaba ser la reina de la sociedad segura. Y pensé. Nuestra vida transcurre muchas veces tras esos barrotes de acero. Hasta dónde hemos llegado que cuánto más masa metálica en nuestro picaporte, más en nuestro hogar inviolado nos sentimos. Miedos, sí. Pero psicósis general, también. La nuestra y la de los que como por arte de magia, destrozan privacidades. Y te vuelan los sesos por dos pesos. Creo que yo, como todos, queremos pasar un tiempo en rehabilitación, para calmar un poco la peste que se vive día a día. Porque al fin y al cabo, somos una sociedad hermosa que alugna vez, supo ser sana.