Crónicas del alambrado I
Han pasado tres días. Boca hinchada, interior de los labios malheridos, anatomía violada por una serie de alambres que, entrecruzados, me prometen una sonrisa alineada y perfecta en un tiempo de dos años. Supongo que es el precio de la perfección. No me la creo. Es sólo una ayudita a la aproximación de lo standar. Son nuevos habitantes que debo cuidar, lavar y proteger de todo virus o microbacteria que le quiera atacar. He integrado una pieza nueva a mi cuerpo, y quería presentarla en sociedad.
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